Llegó el otoño, y con él, el frío, la lluvia, las infecciones respiratorias y, muy pronto, la gripe. Es el momento en el que hordas de trabajadores se arrastrarán a su centro de salud o urgencias más cercanas en busca del Santo Grial laboral: un justificante médico que certifique que, efectivamente, esa persona que estornuda sin parar y tiene 38 grados de fiebre está enferma. Una situación "kafkiana", en palabras de algunos médicos de atención primaria, que no tiene parangón en otros países, satura los ambulatorios, multiplica la posibilidad de contagio a otros pacientes, dificulta la recuperación y, en definitiva, carece de utilidad médica porque la única forma de curar una gripe es esperar y guardar reposo.
"Hay momentos a lo largo del año, sobre todo entre la tercera y la quinta semana del año, que casi atiendo a más gente para pedir un justificante o la baja que porque necesite un asesoramiento médico", lamenta el sevillano Javier Padilla, profesional de la atención primaria que pasa consulta en Parla. De octubre a febrero es habitual que se colapsen las urgencias y los centros médicos, y esta justificación solicitada por las empresas que, para más inri, no aparece reflejada en ninguna ley (como sí ocurre con la Incapacidad Temporal), tan solo contribuye a empeorar el problema. "Es algo tan naturalizado que al final se acepta que el médico esté haciendo un servicio a las empresas privadas", lamenta el facultativo.
Una mujer fue derivada al hospital por lo que parecían síntomas de una enfermedad grave, y lo primero que le pidió la empresa fue "el papelito"
En realidad, los tres primeros días de enfermedad del trabajador no necesitan parte de baja, como refrendó una sentencia de la Audiencia Nacional de Madrid del pasado mes de junio, que declaraba "el derecho de los trabajadores a disfrutar del permiso o licencia retribuido durante los tres primeros días de cada período de enfermedad sin necesidad de ser declarados en situación de baja médica o IT, aceptando los documentos de justificación de ausencia o reposo". Es ahí cuando surge la alternativa del "papelito", como lo llama Vicente Baos, médico de atención primaria en Collado-Villalba, exigido o no por las empresas según su nivel de confianza en el trabajador.
La situación legal, como señala el médico de familia Rafael Bravo, que la analizó en su blog, se encuentra en un particular limbo, ya que los justificantes no están regulados por ninguna ley que obligue al médico a expedirlos (al contrario que la Incapacidad Temporal), sino por resoluciones como la de la Comunidad de Madrid que ni siquiera especifican que deban ir firmados por un médico o la clase de tratamiento que debe seguirse, como se exige a menudo desde las empresas. Según el médico, se trata de un "invento de las empresas" que perjudica ante todo a pacientes y médicos, saturándoles aún más de trabajo.
Esa es, para la mayoría, la clave: que se trata de otro síntoma de una cultura laboral en la que ante la duda, la presunción suele ser de fraude, aunque los médicos recuerden que es fácil identificar al trabajador "tramposo" sin necesidad de que se juegue su salud y la de sus vecinos en el centro de salud del barrio. Baos, por ejemplo, recuerda una ocasión en la que se atendió a una mujer con un fuerte dolor abdominal y la derivó rápidamente al hospital porque podía tratarse de algo grave. La respuesta inmediata de la empresa al avisarla fue: "Lo primero, el justificante". Una muestra más de la perpetua desconfianza por parte de las empresas hacia sus trabajadores.
Un atraso de la era franquista
Es difícil calcular con exactitud cuántas consultas se destinan al día en España a la firma de papeles, porque varían sensiblemente según el centro, el período del año o el horario. Normalmente, se analizan como otra pata de las consultas burocráticas, en las que también se incluye, por ejemplo, la expedición de recetas. Bravo calcula, según su experiencia, que pueden rondar el 20 o el 30%, aunque añade que la mayoría de sus pacientes no son trabajadores, por lo que en otros casos puede ascender al 40%. Baos revela que de los 45 pacientes que ha visto en la última semana, alrededor de cinco o seis eran por este motivo. Y Padilla añade coloquialmente que hay épocas en que se pasa más tiempo firmando bajas que otra cosa.
En Alemania, lo que está mal visto es ir a trabajar enfermo, porque puedes contagiar a la gente. Si lo haces aquí, pareces un vago
En opinión de los profesionales de la salud, la popularidad de este mecanismo dice mucho acerca de la relación entre trabajadores y sus empresas. Baos recuerda que se remonta a la época franquista, cuando el período máximo de baja era una semana. La situación es muy diferente en otros países. En Inglaterra, por ejemplo, los enfermos pueden pasar siete días autojustificándose a través de un informe elaborado personalmente, "con su honor y conciencia". En Alemania, recuerda el doctor, "lo que está mal visto es ir a trabajar cuando estás enfermo, porque puedes contagiar a la gente, y aquí pareces un vago". Como añade el médico, "no se trata de un problema de salud, sino de relaciones laborales".
A ello que hay que añadir ciertas peculiaridades que convierten esta situación en un laberinto aún más enrevesado. Por ejemplo, el cambio de criterio en la Comunidad de Madrid, que impide que un médico tenga libertad para firmar de manera retroactiva el día en el que comienza la baja: desde hace poco, tan solo se admite desde el momento en el que el médico examina al enfermo por primera vez. Lo que ello provoca es que el trabajador enfermo corra al centro para solicitar la baja o, lo que es peor, a urgencias, añadiendo una gota más a ese océano infinito que suele desbordarse cada invierno.
La era del autocuidado
La solución, para los facultativos, pasa por fomentar el autocuidado, permitir la autojustificación durante tres días y exigir a las empresas que sean las que se encarguen de esta labor pagando su propio servicio. Bravo lo sintetiza así: "Si fuesen las compañías las que extendiesen los certificados, se acababa el problema y se fiarían más de sus empleados". En la mayoría de casos, y salvo situaciones de riesgo, el manejo de una gripe es sencillo: aliviar los síntomas, guardar reposo, ibuprofeno y caldos. Una ecuación en la que, desde luego, no encaja "ir al médico cuando peor te encuentras para pasar 40 minutos extendiendo amor viral por la sala de espera".
La tendencia parece ser la contraria. Padilla lamenta que la última campaña del Ministerio de Salud Pública sobre la campaña de gripe estacional anime a la población a acudir al médico de atención primaria en cuanto aparece el primer síntoma. "Sí a la automedicación prudente y sensata en estos casos", añade. Porque, a la larga, las consecuencias pueden ser peores para los enfermos si se hace un uso innecesario de los servicios públicos: la peor asistencia por tener que atender a más pacientes en el mismo tiempo suele conducir a una mayor medicamentalización. Además de la frustración profesional que provoca que muchos médicos terminen buscando otras alternativas, lo que ha producido problemas de contratación en la atención primaria en algunas comunidades.
Esta semana, el sindicato CSIF denunciaba que el sector sanitario español había perdido 49.854 puestos de trabajo (14.038 en septiembre y 35.816 en octubre) desde el verano, una situación sin visos de cambiar ya que la comisión de seguimiento de plan de estabilización en el empleo público no se ha vuelto a reunir desde que el PSOE llegó al poder. Desde 2010, que comenzaron los recortes en la sanidad pública, las campañas de la gripe hacen temblar a los médicos de familia que ven cómo su carga de trabajo aumenta aún más por cuestiones burocráticas como esta. "Ha pasado, está pasando y va a volver a pasar”, lamenta Padilla. “Si en verano ya vamos con la lengua fuera, en invierno es imposible".
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