viernes, 2 de noviembre de 2018

Por qué las empresas deberían pagar el trayecto de los empleados a la oficina.

Para muchas personas lo peor de trabajar no es el trabajo en sí mismo, sino el trayecto hasta llegar a la oficina: una obligación no remunerada en la que muchas personas pierden buena parte del día.

Según una investigación del servicio de estudios de La Caixa -realizada hace una década y, por desgracia, no retomada-, en nuestro país dedicamos de media 57 minutos diarios en ir y volver del trabajo, un tiempo que aumenta significativamente en ciudades como Madrid y Barcelona, donde muchas personas emplean hasta dos horas.

Hay quien lo tiene mucho peor: todos conocemos historias de personas que se ven obligadas a coger un nuevo empleo en una ciudad que no es la suya, y en la que generalmente vive su familia, y cogen el Ave todos los días para ir a trabajar. Cientos de empleados viven en Madrid y trabajan en Valladolid, Segovia o Toledo (y viceversa).

El problema no es solo el tiempo que se malgasta en ir al trabajo, que mina la productividad y tiene estudiadas consecuencias para la salud física y mental, sino también lo que cuesta ir al trabajo.

Por una parte, hay que pagar el propio transporte –que conlleva un gasto ya sea en transporte público o en coche privado–, pero, además, según el mismo estudio de La Caixa, el coste monetario del tiempo que perdemos en nuestros desplazamientos está valorado en 8 euros al día de media en toda España, 12,7 euros para los que usan el transporte público.

Un trabajador de una ciudad como Madrid o Barcelona, que vaya a trabajar en transporte público, “pierde” de media más de 300 euros al mes en los desplazamientos (algo menos si la persona no utiliza el abono para otros desplazamientos “no laborables”). En coche se suele ganar tiempo, por lo que el coste de oportunidad de trabajar es menor, pero a cambio los costes de desplazamiento son sensiblemente mayores.

En megaurbes como Londres la situación es aún peor. Los empleados de Londres gastan de media solo en el transporte –sin contar el coste de oportunidad asociado a este– 305 libras al mes de media, esto es, 344 euros y pasan de media 2,5 horas de viaje al día.

El tiempo de desplazamiento al trabajo es trabajo

Es por todo esto que AJ Jones propone en Medium presionar para que sean los empleadores los que empiecen a pagar la totalidad del transporte de sus empleados: “No nos pagan por ello debido a que la tradición en esta materia favorece a los empleadores, no al empleado, pero los principios en los que se basa esto no se sostienen más. Algo tiene que cambiar”.

Es algo que, de hecho, ya ha cambiado en materia de riesgos laborales: cualquier accidente in itinere al trabajo se considera como un accidente laboral, con todo lo que esto conlleva para las mutuas. Sin embargo, pese a la existencia en las nóminas del plus de transporte, se considera que el tiempo de tránsito al trabajo no es, en realidad, trabajo.

Como explica Jones, este statu quo, que evita a la mayoría de las empresas pagar por traer a los empleados a sus oficinas (lo que les permite, además, ahorrar en alquiler llevando esta al lugar en el que Cristo perdió sus sandalias) se basa en dos principios arcaicos, que no se sostienen ni por asomo hoy en día.

En primer lugar, se piensa que el trabajador tiene control sobre la distancia entre su casa y el trabajo, y el tiempo que tarda en llegar. Pero no es cierto. Los trabajadores apenas pueden controlar que el trabajo esté cerca de su vivienda, y viceversa, máxime con tamaña rotación laboral y el elevado coste de los alquileres. Muchas oficinas se sitúan en el centro de las ciudades, donde la mayoría de la gente no se puede permitir vivir, o, por el contrario, se llevan a la periferia, en lugares a los que es difícil acceder sin coche y en los que, en muchos casos, ni siquiera hay viviendas cerca.

Algunos empleados pueden elegir entre vivir en viviendas de alto coste cerca del trabajo y tener un viaje corto o vivir en vivir en viviendas más baratas, pero lejos del trabajo; pero muchos otros ni siquiera pueden hacer esto, pues su pareja puede trabajar en un lugar completamente distinto. Al final, trabajar cerca de casa es prácticamente una cuestión de suerte, que no depende de ti.

El segundo principio falso por el que no se paga a los trabajadores por su tiempo de desplazamiento es que durante el trayecto no están trabajando, al fin y al cabo, el personal puede usar este tiempo libremente para hacer lo que le venga en gana.

Pero esto es otra falacia ¿acaso alguien se mete a dar vueltas a la línea circular de metro en su tiempo libre? Como apunta Jones, el tiempo de trabajo debería definirse como el tiempo que los empleados están a disposición de su empleador para llevar a cabo sus tareas. Y esto responde exactamente a lo que hacemos cuando vamos al trabajo.

Cierto es que podemos aprovechar el trayecto para leer, escuchar música o dar una cabezada, pero no lo haríamos si no tuviéramos que ir a trabajar, y lo que es peor, muchas veces la carga laboral es tan grande que nos vemos obligados a contestar correos o leer informes en el trayecto, por lo que al final es el tiempo de desplazamiento es puro y duro tiempo de trabajo.

Una batalla legal

Todo esto no es un asunto nuevo, pero parece que se nos olvida de vez en cuando. Una sentencia de 2015 del Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas reconoció que para algunos trabajadores europeos el tiempo de viaje es tiempo de trabajo. El fallo establece que los trabajadores sin un lugar fijo de trabajo a menudo viajan desde sus hogares para reunirse con los clientes y están a disposición de sus empleadores en todo momento, por lo que se les debe pagar por este tiempo.

¿Acaso no debería aplicarse esto mismo a los trabajadores con oficina fija? El concepto del accidente in itinere, que empezó a utilizarse en los años cincuenta y sesenta del siglo XX está en constante evolución, y toda la jurisprudencia ha ido ampliando este, en términos muy similares a los que se podrían aplicar con respecto a la remuneración del trayecto al trabajo.

El razonamiento es claro: se produce el desplazamiento como acto necesario para la prestación laboral, por lo que sin trabajo no habría desplazamiento y sin desplazamiento no habría accidente. Esta afirmación constata, por tanto, que el tiempo que gastamos en ir al trabajo es, en realidad, tiempo de trabajo: pero se sigue sin reconocer como tal.

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